Partimos de la base qué la culpa al igual que la ira, la vergüenza y el miedo son distorsiones.
Podríamos decir que la culpa es una emoción o un patrón de respuesta automático que se crea en la infancia y que tiene como fin el castigarnos en base a unos criterios aprendidos sobre “Que está bien y que está mal” (léase trascender el Ego, la percepción dual de la mente) y que vienen de la sociedad, la educación, nuestros padres, la religión, el trabajo, el entorno, nuestros amigos, etc.
Según esta distorsión, no solo necesitamos ser castigados por los demás, por lo que según los demás consideran esta “Bien o mal”, cuando realmente se trata de sus proyecciones.
Si no que más allá de eso, no contentos con recibir el castigo de los demás, necesitamos castigarnos a nosotros mismos, culparnos a nosotros mismo y hacernos responsables de situaciones que más allá de estar “bien o mal” sencillamente son como son.
La culpa es también el arma que tiene “el pequeño juez” o “agresor” llamado “El Yo”, o “El súper yo” (llamado de diferentes maneras en función del pensamiento, filosofía o técnica de estudio con el que se trabaje.
La culpa es el método que tiene este pequeño “juez interior” para bloquearnos.
Este “juez interior” que tenemos es el que nos juzga y hace que nos culpemos por aquellas situaciones que no cumplen sus expectativas.
A su vez esta emoción o distorsión en nuestro interior puede ser estimulada por los pensamientos de otras personas. Es muy típico decir “me ha hecho sentirme culpable”, y nada más lejos, somos nosotros mismos los que nos hacemos sentir culpables o permitimos sentirnos culpables. Aunque si es cierto, que de alguna forma y en algunas ocasiones los pensamientos o los estados mentales de otras personas puede inducirnos a que aparezca dicha distorsión o emoción, el chantaje emocional es el ejemplo más claro de ello.
Evidentemente en una situación de equilibrio, de claridad o estando en su centro, la culpa no aparece en ningún momento.
La culpa no tiene que ver nada con el hecho de tomar responsabilidad de nuestros actos, ya que asumir la responsabilidad de los actos no lleva a pensar que algo “está bien o está mal”, sencillamente se asumen los efectos de la acción realizada y su responsabilidad, sin sacrificio, auto ataque o juicio de ningún tipo, sencillamente se toman las medidas necesarias.
Solo es necesario pensar en los cientos y cientos de años, que las religiones, la cultura o educación han sometido al ser humano promocionando “la culpa” a partir de entender que hay acciones “buenas “ y acciones “malas” y que unas llevan al cielo o al nirvana y las otras al pecado y al infierno y han de ser castigadas…
Realmente en el fondo la culpa viene de las necesidades de “auto juicio” y “auto castigo”, unas necesidades totalmente erróneas y trasgiversadas en base a las creencias de uno mismo. “Yo soy culpable”, y “he de ser castigado”.
La forma para desprenderse de la culpa es primero perdonarse y darse compasión a sí mismo y no aceptar bajo ningún concepto ningún tipo de inducción, influencia o chantaje emocional por parte de otros (normalmente de manera inconsciente) con el fin de que nos sintamos culpables.
Podríamos decir también que la culpa es el resultado de una mente dual, en la cual se dan pensamientos “esto está bien y esto está mal”
Con la práctica de la meditación o Mindfulness, y al trascender dichos pensamientos de dualidad, la culpa desaparece. No es posible mantener por mucho tiempo una distorsión con cierta claridad mental
Al igual que el miedo, la culpa es una emoción totalmente imaginaria, no existe realmente como tal, aunque sí es cierto que al igual que el miedo esta distorsión puede bloquear y hacer que una persona seas totalmente infeliz, aparte de hacer que no se pueda.
La culpa y las creencias
«Tu estabilidad psicológica, mental y emocional no son negociables»
«@el despertar, buscando mi propósito acto I»
Julio Sanchidrian